viernes, 22 de octubre de 2010

Dulces Sueños

Te veo y no te veo, simple. Veo solo sombras y muy en el fondo de tu mirada te veo encerrado, como nunca antes. Parece que solo quedan rastros de lo que alguna vez fuiste.

Dicen que te consumiste. Dicen que te viniste abajo, que no soportaste la realidad. Tenías tu pasado muy claro, tenías tanto rechazo a ese presente que estabas viviendo y llegaste a creer que no tenías futuro, al menos no más que el de estar encerrado.

Dicen que fue tu voluntad. Creo que nadie por voluntad propia decide estar así. Lo que sí creo es que no fuiste fuerte, no te opusiste. Dejaste a todos tus demonios actuar por vos. Dejaste a tu esencia librada al azar, y una puerta abierta en que cualquier cosa podía entrar. Ya nada quedaba por salir, lo habías perdido todo, incluso a vos.

Te veo y no te reconozco, me dicen que es mejor que te quedes acá. No podés volver a tu casa, es peligroso. Dicen que puede que lo vuelvas a intentar. Yo no entiendo. Te exijo una explicación, pero me paro frente a vos y se me nubla la vista, se apaga mi voz, se desvanecen los discursos y solo quedamos, los restos tuyos y algo parecido a mí.

Tu mirada no me puede engañar tanto, no quiero creerlo. Hace un tiempo me dijeron que todo empezó cuando te echaron. Toda tu vida dedicada a lo mismo. Nunca supe si era lo que de verdad amabas, tu verdadera pasión. Dicen que todos tenemos al menos una, una pasión que alimenta nuestras vidas y nos pide más y más.

Tal vez tengan razón. Creías haber perdido todo, y no. No era así. Te quedaba mucho por perder todavía.

Cuando fui a tu edificio, subí las escaleras y me senté en tu puerta. Tenía las llaves en mi bolsillo, pero no me atrevía. Sería entrar después de tantos años, por segunda vez en la misma semana. La primera fue cuando llegué y me encontré con tu cara, con tus ojos abiertos, y tu mirada perdida. Alrededor un charco de sangre, una pistola en tus manos y lo que todavía no entiendo el espejo de tu cuarto roto. Eso sin hablar de la cantidad de policías, y esos médicos llegando.

En unos minutos me vi arriba de una ambulancia. De chiquitos nos preguntamos que se sentiría eso, ¿Lo recordás? No creo, pero yo sí. Mi sueño no se cumplió, y espero que no lo hayas sentido de la misma forma en que lo sufrí. Tenía a una de las personas que más quería al lado mío. Mejor dicho, tenía a una de las personas que más quería al lado mío muriéndose, luego de llegar por sí mismo a esa circunstancia.

Pasaron las horas y dijeron que tu herida no era de bala. Los doctores no podían creer lo que me decían. Según ellos, le disparaste al espejo, éste se rompió y sus trozos volaron, aterrizando uno finalmente en tu propio cuerpo, al punto de dejarte más muerto que vivo. Ahora me pregunto si así te sentías. ¿Te sentías más muerto que vivo?

Te veo y solo estás perdido, ausente, ni vivo, ni muerto. Un conjunto de huesos, músculos y piel, con mucho dolor en sus ojos. En parte veo a los mismos ojos de antes, esos que me invitaban a jugar y a la vez esos que me reclamaban haberte abandonado todos estos años. Pero te juro, nunca me olvidé de vos. Miraba el mar, miraba aquel océano que nos separaba y sólo pensaba en vos.

La distancia es desconocida, esa es la verdad. Uno puede saber a cuántos kilómetros está o no, pero cuando te sentís tan lejos de los que querés y a la vez tan cerca de lo que te apasiona, la decisión es difícil. Es mucho más complicado ver cuánto ganas y cuánto estás perdiendo, que ver cuántos kilómetros te alejan, cuántas horas te alejan, si es un barco, si es un avión, si es un llamado.

Te abandoné y me abandoné. Capaz que como vos, también estaba perdida. Pero me sentía tan viva, y vos acá, muriéndote, dejando ir lo poco que te quedaba.

Me asusté cuando no atendías los llamados, me aterré cuando mis cartas no tenían respuestas, y ni yo sé que sentí, cuando miré el océano y estabas más lejos que nunca. No hubo que pensarlo mucho, lo que te apasiona, va con vos, no podés escapar, o bueno, sí. Pero yo no voy a escapar de eso, sólo que me las voy a rebuscar, porque en el momento en que las olas tenían tu voz, cuando las estrellas escribían tu nombre y la luna dibujaba tu rostro lo supe: tenía que tomarme el primer avión, tenía que asegurarme con mis propios ojos que estabas bien. Y no lo estabas.

Ayer, la segunda vez que ingresé a tu departamento, se acercó una vecina tuya. Me preguntó si yo era yo, pronunció mi nombre y me dijo que siempre le hablabas de mí. Luego de decir eso se corrigió, miró al piso y atinó a decir:

- Antes de… - y la interrumpí.

- Del accidente – y no quise ver su mirada juzgándome. No quise que me dijera que no fue un accidente.

- De hecho no, señorita. Antes de que lo despidan. Después el señor Ernesto no vino tan seguido por casa, y en las pocas ocasiones que hablamos me decía que alguien rondaba su casa, que creía que le iban a robar, y no tenía mucho, según él, sería el colmo. Empezó a instalar alarmas, puso rejas…

Mi cara de no entender a qué quería llegar esta señora, que minutos más tarde me enteré, se apodaba Yoly, debieron no notarse, pues ella siguió el relato.

- Imagínese, instaló 8 cerrojos nuevos, además del que ya tenía. El miedo se apoderó de él, no salía. Un día apareció por casa y me dijo que ante cualquier emergencia lo llamara, él sabría cómo defenderme. En el momento no le entendí. Cuando pasó todo, supe que lo dijo por el arma.

- ¿Algo más le dijo en su última visita?

- Señorita, esa no fue su última visita. Pero sí, me dijo que ya nadie se metería con él, nadie le sacaría más nada. Estaba cansado de perder todo lo que más quería.

Me sentí parte de ese todo que él ya estaba cansado de perder. La culpa era inevitable, irremediable, al igual que las lágrimas.

- Señorita, no llore. ¿Quiere que le cuente lo que pasó en la última visita?

- Por favor – dije entre sollozos.

- Él señor Ernesto vino luego de varios días, y me dijo que ahora sí, que había atrapado a quien lo perseguía en su propia casa. Me mostraba una sonrisa, luego de meses sin verla. Me asusté en parte, y en parte creí que estaba mejorando. Creí que iba a salir del pozo en el que estaba, si hubiera sabido… - y rompió en llanto.

Dicen que hay misterios que duran toda una vida. ¿Habría realmente alguien persiguiéndote? ¿Fue una manera elegante de, y tomo valor para decirlo, suicidarte? Digo, para que yo no crea que vos estabas tan mal, ¿para que no me sienta culpable?

Lo decidí, me quedo acá. Los doctores dicen que el mejor lugar para vos es ahora esta clínica. No te quiero abandonar una vez más. No te puedo llevar conmigo, me obligan a dejarte acá, pero prometo todos los días venir a verte. Mi pasión y yo, tendremos que acomodarnos, no nos vamos a abandonar, ni nos vamos a dejar morir. Es ahora cuando tenemos que ser fuertes. Es ahora cuando tengo que esperar que tu mirada vuelva a ser vos, y no me voy a mover de acá. Es lo que hubieras hecho, ¿no Ernes?

No hay un océano que nos separe, o tal vez si, la realidad es que vos ahora dormís. Dicen que tu sueño se llama locura, dicen que no soportaste la realidad. Quedate tranquilo hermano, yo me voy a quedar hasta que despiertes, y ahí, te voy a decir que juguemos, a encontrar algo que nos haga felices, pero ya no más separados.

9 Cerrojos tenías en total, 9 fueron los puntos que tuvieron que hacerte, 9 fueron los años que estuvimos separados, 9 son los años que tenías cuando me conociste, 9 fue la cantidad máxima de cuentos que me leías hasta dormirme, 9 era la hora en que cada mañana, te sentabas a los pies de mi cama y esperabas a que me despertara.

Pero no son 9 ni las horas, ni los días, ni los meses, en que voy a esperarte, sentada a los pies de tu cama, de este sueño llamado locura, alrededor de tantos que como vos, están durmiendo. Ojalá lo tuyo sea solo una siesta.

2 comentarios:

bche dijo...

estoy en la uni y realmente no dispongo de mucho tiempo de leer toda tu entrada, pero juro k le dedicaré tiempo, como tú has dedicado un poco del tuyo en leerme y felicitarme!!! jajaja :D
un besitooo!!! :)

Madie dijo...

Escalofriante y desgarrador.
Muy bien redactado...
(es ficción verdad?)

Pasaron por aquí,.