jueves, 4 de agosto de 2011

Oh! These times are hard.

Desde ayer que tengo esta "hoja" en blanco. La miro, y no logro poder escribir.
Ayer se fue el papá de una amiga, de un sol, de una personita super inocente y buena persona. Ayer estuvimos con ella en la clínica, hoy en el velorio y después en el entierro.
Cuando eramos más chicos no entendíamos que pasaba, y esos lugares eran "lugares de grandes", no iban los chicos. Después no queríamos ir, hasta que llegó el momento en que había que tomar el toro por las astas, enfrentar el miedo y acompañar de verdad, a la persona que se nos iba o a las personas que quedaban.
Cuando es un amigo el que se va, duele, duele muchísimo. Duele por lo que vivimos y por lo que no vamos a vivir, duele por los amigos, por los familiares, por nosotros. Duele cada vez que se acerca la fecha y hay cosas que no decimos más, por dolor.
Es difícil, y es duro.
Pero no deja de serlo cuando es un amigo el que se queda, cuando hay que acompañar, cuando hay que abrazar y alcanzar pañuelos, porque este es el momento de llorar. No se puede pedir nada, y no se puede dar nada, ni una palabra, ni una acción, ni un gesto, porque nada alcanza. Todo es poca cosa. Nada llega a ser, ni lo que quieren, ni lo que necesitan: esa persona que se fue.
Es el momento de ser paracaídas, de agarrar bien fuerte a esas personas que quedaron y no dejarlas caer, de poner nuestras fuerzas en frasquitos para que cuando crean que las suyas no les alcanzan, tengan las nuestras.
Es un momento de impotencia y de no saber qué hacer, sólo estar.

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